Serie eID nacional de re:ID: Diversidad de las Américas
03 December, 2015
category: Biometría, Gobierno, Identificación digital, Tarjetas Inteligentes
La dicotomía en la adopción muestra que Norteamérica se queda atrás de sus vecinos del sur
El aumento de las credenciales de identificación electrónica (eID) es una tendencia que se manifiesta en países virtualmente de cada rincón del planeta, pero no en cada rincón. El alcance de la eID aún está por saturar completamente el globo, como se evidencia en la próxima edición de la serie eID de re:ID.
Las Américas están en oposición directa entre sí en cuanto a implementar credenciales nacionales de identificación electrónica. En América del Sur hay una serie de países con credenciales eID, ocho en 2015. Sin embargo, Norteamérica aún está por incorporarse a esa tendencia. Centroamérica y el Caribe están en una posición media, lo mismo geográficamente que en la adopción de eID.
El “Informe global de la industria de identificación electrónica nacional” de Acuity Market Intelligence (Global National eID Industry Report) estima que los volúmenes anuales de eID en las Américas irán en ascenso hasta el año 2017, cuando comenzará a disminuir la adopción, una curva similar que es válida para otras regiones del globo. Los elementos impulsores para la adopción de la identificación electrónica en América del Sur y Centroamérica son básicamente la reducción del fraude y la seguridad; y los principales desafíos son la infraestructura, la inscripción y los registros centralizados.
Norteamérica
Hay que reconocer el problema: Norteamérica no está haciendo mucho en aras de la identificación electrónica. “México tenía planes ambiciosos que se han estancado, y Estados Unidos está a años vistas, si no décadas, de cualquier tipo de identificación nacional”, dice Maxine Most, directora y fundadora de Acuity Market Intelligence y autora del informe sobre la industria eID. “Canadá puede estar algo más cerca, pero no mucho. Hay una evidente resistencia cultural a las identificaciones nacionales en Norteamérica”.
En Norteamérica todo se resuelve con la licencia de conducir. “No existe una tarjeta de identificación a nivel federal que se emita a los ciudadanos estadounidenses, ni hay ninguna en planes”, señala Mizan Rahman, fundador, director general y director técnico de M2SYS. “Las licencias de conducir emitidas por los gobiernos estatales y territoriales se han convertido de facto en tarjetas de identidad y se emplean para muchos fines de identificación”.
México dio inicio a un sistema nacional de identidad para los 110 millones de ciudadanos de ese país en el 2011. “Estaban creando un registro biométrico nacional que incluía una imagen facial, dos imágenes de iris y diez AFIS impresas para todos los ciudadanos mayores de cuatro años. También se iba a registrar una firma digital”, explica Most. “Las primeras inscripciones comenzaron en 2011 con niños en edades de 4 a 17, y el registro de adultos comenzaría en 2013”. Pero en septiembre de 2013 un 15% de los 25,7 millones de niños del país habían sido registrados y no hay indicaciones de que se haya procedido con el registro de los adultos.
En Norteamérica la identificación electrónica se ha rechazado por completo, dice Rahman. “La privacidad y protección de los derechos civiles, junto a una profunda falta de comprensión de las tecnologías biométricas y de identificación electrónica, son los retos más grandes y difíciles que se han enfrentado”, añade. “Hasta que el público en general no acepte mejor la biometría, los programas de identificación electrónica en Norteamérica nunca se han de materializar”.
América del Sur y Centroamérica
Por el contrario, América del Sur y Centroamérica han experimentado una gran número de implementaciones de identificación electrónica. En la región existe la necesidad de que los gobiernos proporcionen servicios electrónicos para un ciudadano más sofisticado, plantea Edgar Betts, director asociado del capítulo de Smart Card Alliance para Latinoamérica y el Caribe.
“La mayor parte de las tarjetas nacionales de identificación en las Américas han evolucionado de credenciales en base a papel a documentos más sofisticados que incorporan múltiples funciones de seguridad para evitar las falsificaciones”, explica.
Otro factor de impulso para las credenciales eID es la proximidad entre las naciones vecinas. “El hecho de facilitar los viajes entre los países mediante el uso de una tarjeta de identificación es algo que estimula la adopción, ya que muchas naciones tienen acuerdos bilaterales o multilaterales que les permiten a los ciudadanos cruzar las fronteras sin pasaporte”, plantea Stefan Barbu, jefe de ventas y marketing de identidad de NXP Semiconductors. “La compatibilidad con la infraestructura OACI para documentos electrónicos es tanto un factor impulsor como facilitador”. No obstante, los principales elementos impulsores en la región son la seguridad y la aplicación de la ley, seguidos de la reducción del fraude y abuso.
“Varios países cuentan con sólidas políticas del gobierno para estimular el desarrollo de la ‘economía digital’, y la adopción de la identificación electrónica es un componente fundamental”, señala Barbu. “A modo de ejemplo, en países como Brasil y Costa Rica hay un empleo muy difundido de las tarjetas habilitadas con PKI para la firma electrónica”.
Otro país que ha tenido grandes avances en este tema de la identificación electrónica es Guatemala.
Guatemala emitió una tarjeta de identificación de policarbonato con un chip, que fue implementada completamente en el 2011. Para acompañar la credencial, Guatemala también creó un nuevo registro civil con biometría facial y de huellas digitales. El programa emplea una capacidad biométrica de coincidencia en la tarjeta (match-on-card), contiene una firma electrónica y soporta aplicaciones de identidad electrónica, billetera electrónica y votación electrónica, explica Most.
Ecuador ostenta otro programa sofisticado de identificación electrónica con tarjetas multi-aplicación, que ha sido implementado para todos los ciudadanos. NXP trabajó con Ecuador en ese proyecto, que utiliza la plataforma SmartMX de NXP de chips de doble interfaz y aplicaciones que incluyen gobierno electrónico, banca y transporte público, explica Barbu. Ese país de 15 millones de habitantes dispone de una serie de servicios públicos para los ciudadanos, empresas e instituciones. Además de los casos de uso tradicionales de comprobación de identidad, las tarjetas eID de Ecuador hacen posible que los ciudadanos viajen dentro de la Comunidad Andina, realicen transacciones con firma electrónica, y accedan a las prestaciones sociales y asistenciales que proporciona el gobierno ecuatoriano.
Los retos de la identificación electrónica
Pese a la disposición que existe en América del Sur y Centroamérica para adoptar y emitir credenciales eID, la región también ha tenido que enfrentar su justa cuota de desafíos. La fragmentación y la falta de registros centralizados ha sido una preocupación, dice Betts. “El uso, las características, formatos y mecanismos para la autenticación varían de país a país. Estos no son interoperables, no pueden verificarse, y pese a ello a menudo son aceptados como documentos legítimos en países vecinos”, señala. “La aceptación es mayormente a través de acuerdos legales entre países que tienen comercio bilateral u obligaciones regionales”. El mayor desafío a la implementación es el empleo de soluciones patentadas de identidad no interoperables, señala Betts. “Algunos proveedores en el mercado utilizan soluciones patentadas para mantener atadas a las agencias gubernamentales a su solución, haciendo difícil modificar o cambiar los proveedores establecidos en un proyecto de identidad”. Esto crea una barrera para que otros países quieran adoptar un sistema de identificación electrónica, dada la experiencia de sus vecinos”. Otro reto importante es el acceso a información imparcial durante el proceso de especificación del proyecto, explica Betts y añade “La mayoría de esas negociaciones sobre identidad se realizan a puertas cerradas por ‘razones de seguridad’, lo que posibilita que la información parcializada entre a oferta pública”, explica. “En algunos casos esto ha conducido a significativos escándalos de corrupción y pérdida de credibilidad para importantes instituciones gubernamentales y compañías”.
Las barreras institucionales pueden complicar, si no detener completamente, la implementación de identificación electrónica, dice Barbu. “Con el incremento en el número de casos de uso, más entidades gubernamentales se involucran en la definición del sistema de identificación electrónica”, señala. “Esa complejidad institucional hace mucho más difícil que los proyectos prosperen”. Esta complejidad se refleja en la fragmentada variedad de credenciales nacionales que se emiten en todas las Américas. “Las eID en las Américas tienen formas muy diversas, lo que dificulta situar la región completa en una categoría y compararla con el resto del mundo”, plantea Barbu.
Él hace referencia a diferentes tipos de identificación en las Américas: PIV en Estados Unidos para empleados federales; eID en Ecuador, Guatemala y Chile; tarjetas de servicios en Canadá y Brasil; y licencias de conducir en México. Apartando consideraciones culturales, el principal desafío para los países es la implementación de servicios asociados con una tarjeta de identificación electrónica, explica Barbu. “Solo cuando estos servicios están bien instrumentados es que un gobierno recibe plenos beneficios en términos de retorno de la inversión – reducción de los costos en las operaciones gubernamentales, reducción del derroche, el fraude y el abuso”. Para la región como un todo, Rahman de M2SYS sugiere que hay ciertos retos culturales que se aplican de forma generalizada. “Las actitudes culturales y sociales respecto a compartir los datos, son también factores importantes”, afirma. “El activismo por la privacidad en América Latina está en alza, lo que podría poner en riesgo el desarrollo de sistemas de identificación gestionados por los gobiernos”.
Una brecha en la identidad
En el centro de las consideraciones culturales y sociales relacionadas con las credenciales eID está la idea de que existe una brecha respecto a la identidad entre los países desarrollados y en desarrollo. Pese a la adopción en esta región, aún hay algunos países sudamericanos que se están quedando atrás en términos de tecnología de identificación. Pero Rahman de M2SYS considera que hay ejemplos a seguir para que los países sudamericanos en desarrollo aprendan de las experiencias de sus vecinos. “La identidad formal es un prerrequisito para el desarrollo, pero algunas naciones latinoamericanas siguen utilizando los documentos de identidad basados en papel”, señala Rahman. “Esos países debían seguir los pasos de Argentina y Brasil para cubrir la ‘brecha en la identidad’ y establecer un sistema nacional de identificación respaldado por la biometría. Ambas naciones han demostrado que implementar un sistema de tarjeta de identificación nacional es una vía inteligente para distribuir de manera más eficiente los servicios sociales”. Tanto Argentina como Brasil son un ejemplo, pues tienen planeado reemplazar sus actuales tarjetas de identificación por una nueva tarjeta inteligente que incluiría datos demográficos y credenciales biométricas. “Quieren enfrentar el nivel creciente de actividades terroristas, la delincuencia y los temas de inmigración”, explica Rahman. “Esas adopciones tienen un fuerte potencial para influir en otras naciones latinoamericanas y en su decisión de adoptar una tecnología similar”.
Brasil en parte se ha situado al frente de los temas de identificación electrónica debido a las preocupaciones sobre seguridad con vistas a los próximos juegos olímpicos en ese país. “Es una situación única, que los ha motivado a investigar de manera más exhaustiva para adoptar la eID,” añade Rahman. Un sistema débil de identidad – que a menudo es un subproducto de la brecha en la identidad – se considera como un entorno favorable para el tráfico de personas, las actividades terroristas y los delitos asociados a las drogas, explica. “Hay una serie de países que están afectados por esos problemas”, señala. “Tienen que hacer grandes esfuerzos para modernizar sus registros civiles y los procesos relativos a la identidad a nivel de país, para combatir esos problemas”. Es comprensible que las naciones que están en extremos opuestos de esa brecha de identidad, tienen que lidiar con problemas muy diferentes. “Las naciones desarrolladas como EEUU confrontan ahora sobre una base regular ataques masivos a sus sistemas de identidad. Violaciones recientes han comprometido los datos de identidad de millones de estadounidenses”, explica Barbu. “Esos datos son mucho más atractivos para las organizaciones criminales, ya que el impacto financiero y de seguridad es mucho mayor en comparación con los países emergentes”. Barbu reconoce la brecha de identidad y observa que esta impacta a un país de tres maneras:
Desarrollo humano: En países latinoamericanos, sistemas débiles de identificación exponen a la gente a ciertos tipos de crimen e inhiben su acceso a programas de bienestar social.
Exposición a riesgo financiero: En Norteamérica, la incapacidad para proteger datos de identidad conduce a sustanciales riesgos financieros para los ciudadanos.
Seguridad nacional: El crimen organizado y el terrorismo florecen en entornos con sistemas débiles de identidad.
En lo tocante a una identificación electrónica nacional, las Américas constituyen una región impulsada por motivaciones sociales, culturales y políticas. Pero lo que hace la diferencia más que nada es el claro contraste sobre el tema por parte de América del Norte y del Sur respectivamente. En ningún otro sitio existe una oposición tan fuerte contra la identificación electrónica o las credenciales nacionales en general, como ocurre en Norteamérica. Por su parte, Sudamérica sigue la tendencia de adoptar credenciales eID que se manifiesta en las naciones de todo el mundo. Pero en un final, la adopción de las credenciales eID se reducen al servicio a la ciudadanía. “La identidad es importante porque una persona que posee una identidad tiene mayor acceso a servicios básicos, como los recursos de enseñanza, servicios de salud, transporte, y muchos más”, apunta Betts, de Smart Card Alliance. “Los gobiernos deben garantizar los derechos humanos básicos de todos los ciudadanos, y esto incluye el derecho a poseer una identidad”.